Con este libro reencontré con aquella inicial curiosidad juvenil que me hacía esquiva a la lectura. Esta vez su trama me absorbió por completo, haciendo que palpite la profunda tristeza de la separación que la guerra siembra en cualquier época.
Resulta sobrecogedor ser testigo del veneno que despierta el rechazo y la vileza de las mentiras que engendran los más oscuros deseos. El relato nos sumerge en la fragilidad de la justicia terrenal y la facilidad con la que la calumnia puede destruir una vida.
Sin embargo, en la más densa oscuridad, un hilo de esperanza se abre paso ante la inesperada piedad frente a la crueldad.
La historia de Genoveva de Brabante también está imbuida de dulzura extraordinaria, donde la aparición de una tierna cierva juega un papel importante y conmovedor.
Estos son solo algunos destellos de los tesoros que los aguarda y en los que se adentrarán en una poderosa exploración de la capacidad transformadora de la fe y el amor.
Un amor maternal, que frente a la muerte irrumpe casi como un milagro, que emana de un alma piadosa, caritativa y generosa.
Esta leyenda medieval trasciende el tiempo y, nos hace reflexionar sobre la fortaleza del espíritu humano ante la adversidad y la luz que persiste incluso en los momentos más sombríos.